Sabe que somos polvo
En los últimos días, he estado reflexionando sobre la vida del profeta Elías, en especial sobre esos momentos gloriosos en los que Dios mostró su poder sobrenatural y respondió a sus oraciones, al enviar fuego del cielo que consumió el holocausto que tenía preparado, venciendo de esta manera a los sacerdotes de Baal; y cuando mandó una gran lluvia, acabando con la sequía que el propio Elías había profetizado en nombre de Dios (1 Reyes 18).
Imagino a un Elías poderoso espiritualmente, porque había visto y comprobado de manera personal que el Dios al que servía era un Dios vivo y poderoso.
Imagino a un Elías poderoso espiritualmente, porque había visto y comprobado de manera personal que el Dios al que servía era un Dios vivo y poderoso.

También he reflexionado sobre cómo, no obstante lo que había vivido con Dios, apenas unos días después, Elías se asustó y temió profundamente debido a las amenazas de Jezabel, temor que lo llevó a deprimirse al grado de querer morir (1 Reyes 19:4).
No puedo evitar pensar que, si yo fuera Dios, estaría decepcionado de Elías, pues, a pesar de mostrarle mi poder, tuvo miedo a las amenazas de un simple ser humano. Tal vez hubiera ido a buscarlo y lo hubiera despedido, o, cuando menos, lo habría amenazado diciéndole que no le perdonaría una más.
No puedo evitar pensar que, si yo fuera Dios, estaría decepcionado de Elías, pues, a pesar de mostrarle mi poder, tuvo miedo a las amenazas de un simple ser humano. Tal vez hubiera ido a buscarlo y lo hubiera despedido, o, cuando menos, lo habría amenazado diciéndole que no le perdonaría una más.
Sin embargo, a diferencia mía, Dios no es así. En el propio relato podemos ver la gracia abundante del Dios en quien creemos, que no nos da lo que merecemos.
Lo vemos en el relato del mismo capítulo 19: Dios va por él y lo alimenta a través de un ángel (vv. 5–8); en vez de despedirlo, lo levanta y le da nuevas fuerzas (v. 8). Finalmente, le dice que sigue siendo un siervo útil para Él (vv. 15–18).
En este relato, el personaje principal no es Elías, sino Dios. El mensaje central no es la depresión de Elías, sino la misericordia abundante de nuestro Dios.
Y es un mensaje que sigue vigente hoy en día, para mostrarnos que Dios nos ama a pesar de lo que somos, a pesar de que día a día actuamos como Elías, olvidando quién es Él. Te preguntarás: ¿cómo es posible? La respuesta la vemos en el Salmo 103:14:
Lo vemos en el relato del mismo capítulo 19: Dios va por él y lo alimenta a través de un ángel (vv. 5–8); en vez de despedirlo, lo levanta y le da nuevas fuerzas (v. 8). Finalmente, le dice que sigue siendo un siervo útil para Él (vv. 15–18).
En este relato, el personaje principal no es Elías, sino Dios. El mensaje central no es la depresión de Elías, sino la misericordia abundante de nuestro Dios.
Y es un mensaje que sigue vigente hoy en día, para mostrarnos que Dios nos ama a pesar de lo que somos, a pesar de que día a día actuamos como Elías, olvidando quién es Él. Te preguntarás: ¿cómo es posible? La respuesta la vemos en el Salmo 103:14:
“Porque él conoce nuestra condición, sabe de qué estamos formados”
Mi hermano, probablemente estés pasando un momento que ha hecho que olvides quién es tu Dios. Tal vez sientas que no puedes ser el hombre o la mujer que Dios quiere; tal vez el problema que tienes enfrente te impida ver al Dios que tienes a tu lado. Pero ¿sabes algo? A diferencia de nosotros, Dios no está decepcionado de ti; por el contrario, Él te ama de tal manera que, lejos de desecharte, te dice que eres un siervo útil para Él. Como hizo con Elías, te levantará y seguirá utilizándote, porque al fin y al cabo la obra no es tuya, sino de Él.
Dios te bendiga.
Dios te bendiga.

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¡Cierto, muy cierto!