También en nuestras relaciones
"y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz."
-Efesios 6:15
Cuando pensamos en el Evangelio, podemos con facilidad concebirlo ciertamente como la puerta de la gracia que nos abre la posibilidad del perdón y de la vida eterna por el arrepentimiento, a través de la maravillosa obra expiatoria y redentora de nuestro Señor Jesús en la cruz a nuestro favor. Sin duda, la más grande bendición para nuestras vidas.
Y sí, el Evangelio es eso, pero también se extiende más allá.

El Evangelio debería afectar, en todo sentido y forma, nuestra vida, primeramente para salvación, pero también en nuestro diario andar; y eso incluye nuestras relaciones interpersonales.
¿A qué me refiero con esto?
Al relacionarnos con otros cristianos, sin duda nos enfrentaremos con pecado, pues, aunque redimidos, seguimos bajo el peso de nuestra condición caída, que evidencia una y otra vez nuestra gran necesidad de dependencia diaria del Señor y de su Espíritu.
Al relacionarnos con otros cristianos, sin duda nos enfrentaremos con pecado, pues, aunque redimidos, seguimos bajo el peso de nuestra condición caída, que evidencia una y otra vez nuestra gran necesidad de dependencia diaria del Señor y de su Espíritu.
Recientemente estudiábamos en el libro de Efesios la Armadura de Dios como algo que debemos tomar para resistir en el día malo; y casi al final, en el capítulo 6, versículo 15, se nos exhorta a que nuestros pies estén calzados con el apresto del evangelio de la paz. En un sentido, esto significa que debemos llevar y compartir la esperanza de salvación que tenemos en Cristo; pero, en otro, me gusta pensar que, mientras caminamos día a día, el hecho de que nuestros pies estén calzados con el evangelio de la paz también debe motivarnos a integrar el Evangelio en nuestro andar y en la manera en que nos relacionamos con los demás.
Ver a otros y tratarlos con la gracia con la que hemos sido vistos y tratados por Jesús; sentir compasión por aquellos que se encuentran en oscuridad, como Jesús la sintió por quienes estaban perdidos (Mateo 9:36); extender perdón a otros como se nos ha extendido a nosotros; tener paciencia con los débiles y tratarlos como el Señor nos ha tratado a nosotros; anteponer la gracia ante las faltas o pecados de otros que nos afectan de manera directa; dolernos por aquellos que sufren; no tener expectativas tan altas de los demás; no sentirnos mejores o más espirituales, etc.
Cada una de estas cosas significa, de manera práctica, llevar o trasladar el Evangelio también a nuestras relaciones interpersonales.
Recordemos que las riquezas espirituales que tenemos son únicamente por el mérito de Jesucristo (Efesios 2:4-9) y que, aun con éstas, seguimos teniendo el mismo potencial para pecar que cualquier otra persona.
Recordemos que las riquezas espirituales que tenemos son únicamente por el mérito de Jesucristo (Efesios 2:4-9) y que, aun con éstas, seguimos teniendo el mismo potencial para pecar que cualquier otra persona.
¿Cambiaría en algo nuestro entorno si al menos recordáramos, cada vez que nos relacionamos con otros, todo lo que nos recuerda el Evangelio?
Seguimos pecando, seguimos necesitando gracia y perdón a diario.
¿Estamos dispuestos a andar con nuestros pies calzados para compartir las buenas nuevas de salvación, pero también dispuestos a ver y tratar a otros como Jesús y el Padre lo han hecho con nosotros?
Con paciencia, con misericordia, con amor incondicional, con perdón.
Seguimos pecando, seguimos necesitando gracia y perdón a diario.
¿Estamos dispuestos a andar con nuestros pies calzados para compartir las buenas nuevas de salvación, pero también dispuestos a ver y tratar a otros como Jesús y el Padre lo han hecho con nosotros?
Con paciencia, con misericordia, con amor incondicional, con perdón.
Amados, el Señor nos ayude y fortalezca.

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